viernes, 16 de septiembre de 2011

Misterios

Era ya el octavo día en medio del desierto, y había escuchado la historia del mercader, mientras bebía la última gota de agua que quedaba. 

- Ah! - dije al principito - Me gustan tus recuerdos pero aún no he podido reparar mi avión, ya no queda nada para beber y también me agradaría dirigirme muy lentamente hacia una fuente. 

- Mi amigo el zorro... - me dijo. 

- Mi pequeño hombrecito, ya no se trata más del zorro! 

- ¿Por qué? - preguntó algo indignado el principito. 

- Porque vamos a morir de sed... 

Sin comprender mi explicación agregó: 

- Es hermoso haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Soy feliz por haber tenido un amigo zorro... 

"No tiene noción del peligro - me dije - Nunca siente hambre, nunca sed... Un poco sol es suficiente para él" 

Me miró y dijo como respondiendo a mis pensamientos: 

- También tengo sed... Veamos si encontramos un pozo...

Expresé un gesto de cansancio. Nada mas ridículo que buscar un pozo al azar en medio del desierto. De todas formas, emprendimos la marcha.

Caminamos horas en silencio hasta que cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar. Parecía estar soñando, estaba algo afiebrado a causa de la sed. Danzaban por mi mente, palabras del principito;

 - Tú también tienes sed? - pregunté.

No me respondió. Simplemente me dijo:

- El agua también puede ser buena para el corazón...

Me resultaba ciertamente complicado comprender su respuesta, pero como sabía que era mejor no interrogarlo, me callé...

Se lo veía algo cansado. Se sentó y yo cerca de él. Luego de un silencio dijo:

- Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve...
"Seguramente" - dije - Sin hablar miré las ondulaciones de la arena bajo la luna.

- Es muy bello el desierto - agregó.

Pensaba igual. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano sin ver nada, sin oír nada y sin embargo... algo resplandece en el mágico silencio.

- Lo que embellece aún más al desierto - dijo el principito - es que esconde un pozo en cualquier parte, en el sitio menos esperado...
Comprendí de pronto el misterio del resplandor de la arena. Cuando era jovencito, vivía en una casa muy antigua y contaba la leyenda que allí había un tesoro escondido. Nadie pudo descubrirlo y quizá nadie lo haya buscado. Sin embargo, encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...

- Sí - dije al principito - se trate de la casa, de las estrellas o bien del desierto mismo, lo que indudablemente embellece es invisible.

- Así es como piensa mi zorro, me gusta que estés de acuerdo con él - dijo.

Tomé en mis brazos al principito que había quedado dormido, y proseguí la marcha. Sentía una gran emoción recorrer mi cuerpo. Me parecía estar cargando un frágil tesoro. Y aún más, sentía que no existía algo más frágil sobre esta Tierra. La luz que provenía de la luna iluminaba la pálida frente del hombrecito, sus ojos cerrados y los cabellos dorados movidos por el viento. Me dije: "Lo que aquí veo, es solo una corteza. Lo más importante es invisible..."

Sus labios permanecían entreabiertos esbozando una suave sonrisa. Me dije: "Lo que me emociona de este principito es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que brilla en él aún en su sueño como la llama de una lámpara...". Lo sentí aún más frágil. Es muy necesario cuidar de las lámparas ya que un golpe de viento puede apagarlas...

Y así, caminando lentamente, descubrí el pozo al amanecer.

Antoine de Saint-Exupéry

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