domingo, 25 de septiembre de 2011

Margarita

Margarita, está linda la mar, 
y el viento
lleva esencia sutil de azahar; 
yo siento
en el alma una alondra cantar: 
tu acento.
Margarita, te voy a contar 
un cuento....

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita, Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad".

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar".

Y dice ella: "No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté".

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver".

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí". 

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento. 

Ruben Darío

viernes, 23 de septiembre de 2011

You will be my dream come true

Always in my heart
you make me feel more loved
than I've ever felt
and happier than I've ever dreamed.
The love and understanding you have
is something I have searched for
my entire life.

Always in my happiest
and saddest moments,
you are my best friend and confidante.
I come to you for everything,
and you listen to me without judgment.
Always, deep within my soul,
I know we have a love like no other.

What we share is something others
only hope for and dream of,
but few ever experience.
Our love is magical beyond belief.
Always, without hesitation,
you give of yourself completely.

You have reached the very depths of my soul,
bringing out emotions I never knew I had
and unveiling an ability to love
I never thought possible.

Always and forever
you will be my dream come true,
the one I have waited for all these years.
From now until the end of time,
I will love only you.
We will be together always.

Cheryl Ann

martes, 20 de septiembre de 2011

Melancolía

Al lado del pozo había un viejo muro de piedra en ruinas. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi de lejos a mi principito sentado allá arriba, con las piernas colgando. Y oí que hablaba:

- ¿Entonces no te acuerdas? – decía – ¡No es exactamente acá!

Indudablemente le respondió otra voz, ya que replicó:

- ¡Sí! ¡Sí! efectivamente es el día, pero no es éste el lugar...

Continué caminando hacia el muro. Seguía sin ver ni oír a nadie. Sin embargo el principito replicó de nuevo:

- ... Desde luego. Verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme. Estaré allí esta noche.

Estaba a veinte metros del muro y seguía sin ver nada.

El principito siguió diciendo, después de un silencio:

- ¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo?

Me detuve con el corazón en un puño, pero seguía sin comprender.

- Ahora vete... – dijo – ¡me quiero bajar!

Entonces yo también bajé la mirada hacia el pie del muro, y pegué un salto! Había allí, erguida hacia el principito, una de esas serpientes amarillas que lo ejecutan a uno en treinta segundos. Mientras hurgaba en el bolsillo para sacar mi revólver comencé a correr, pero con el ruido que hice la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena, como un chorro de agua que se extingue, y sin apurarse demasiado se escabulló entre las piedras con un leve sonido metálico.

Llegué al muro justo a tiempo para recibir en los brazos a mi pequeño príncipe, pálido como la nieve.

- ¡Qué historia es ésta! ¡Ahora hablas con las serpientes!

Le había aflojado su eterna bufanda dorada. Le había mojado las sienes y le había dado de beber. Y ahora no me atrevía a preguntarle más nada. Él me miró seriamente y me rodeó el cuello con sus brazos. Sentía latir su corazón como el de un ave que muere por un disparo de carabina. Me dijo:

- Me alegra que hayas encontrado lo que fallaba en tu máquina. Vas a poder regresar a tu casa...

- ¡Cómo lo sabes!

Venía justamente a anunciarle que, contra toda esperanza, había logrado terminar mi trabajo!

No respondió a mi pregunta pero agregó:

- Hoy yo también regreso a mi casa.

Luego, melancólico:

- Es mucho más lejos... es mucho más difícil...

Yo sentía que estaba sucediendo algo extraordinario. Lo apreté entre mis brazos como un niño, y sin embargo me parecía que se deslizaba verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada para retenerlo...

Tenía la mirada adusta, perdida muy lejos:

- Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal...

Y sonrió con melancolía.

Esperé largo rato. Sentía que se reanimaba poco a poco:

- Hombrecito, has tenido miedo...

Había tenido miedo, ¡sin duda! Pero rió dulcemente:

- Tendré mucho más miedo esta noche...

Nuevamente me sentí helado por el sentimiento de lo irreparable. Y comprendí que no soportaba la idea de no oír nunca más esa risa, que era para mí como una fuente en el desierto.

- Hombrecito, quiero seguir escuchando tu risa...

Pero él me dijo:

- Esta noche se cumplirá un año. Mi estrella se encontrará justo encima del lugar donde caí el año pasado...

- Hombrecito, dime que esa historia de serpiente y de cita y de estrella es un mal sueño...

Pero no me respondió. Me dijo:

- Lo que es importante, no se puede ver...

- Desde luego...

- Es como con la flor. Si amas a una flor que está en una estrella, es placentero mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están floridas.

- Desde luego...

- Es como con el agua. La que me diste a beber era como una música, a causa de la polea y de la cuerda... recuerdas... era deliciosa.

- Desde luego...

- Por la noche mirarás las estrellas. La mía es demasiado pequeña para que te muestre dónde se encuentra. Es mejor así. Mi estrella será para ti una de las tantas estrellas. Entonces, te gustará mirar a todas las estrellas. Todas serán tus amigas. Y además voy a hacerte un regalo...

Volvió a reír.

- ¡Ah! hombrecito, hombrecito, me gusta escuchar esa risa!

- Justamente ése será mi regalo... será como con el agua...

- ¿Qué quieres decir ?

- La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para quienes viajan, las estrellas son guías. Para otros no son más que pequeñas luces. Para otros que son sabios, ellas son problemas. Para mi hombre de negocios significaban oro. Pero todas esas estrellas son mudas. Tú tendrás estrellas como no tiene nadie...

- ¿Qué quieres decir ?

- Cuando mires el cielo por la noche, dado que yo estaré en una de ellas, dado que yo reiré en una de ellas, entonces será para ti como si rieran todas las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben reír!

Y volvió a reír.

- Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás ganas de reír conmigo. Y abrirás de vez en cuando tu ventana, así, por placer... Y tus amigos se sorprenderán de verte reír al mirar el cielo. Entonces les dirás: "¡Sí, las estrellas siempre me hacen reír!" Y ellos te creerán loco. Te habré jugado una muy mala pasada...

Y volvió a reír.

- Será como si te hubiese dado, en vez de estrellas, montones de pequeños cascabeles que saben reír...
Y volvió a reír. Después volvió a ponerse serio:

- Esta noche... sabes... mejor no vengas.

- No te abandonaré.

- Podrá parecer que sufro... podrá parecer que me muero. Es eso. No lo vengas a ver, no vale la pena.

- No te abandonaré

Pero se lo notaba preocupado.

- Te lo digo... es también por la serpiente, que no debe morderte... Las serpientes son malas, pueden morder por placer.

- No te abandonaré.

Pero algo lo tranquilizó:

- Es cierto que no tienen más veneno para la segunda picadura...

Aquella noche no lo vi marcharse. Se había escapado silenciosamente. Cuando logré alcanzarlo caminaba decidido, con paso rápido. Sólo me dijo:

- ¡Ah! estás aquí...

Y me tomó de la mano. Pero siguió mortificándose:

- Has hecho mal; vas a sufrir. Parecerá que me muero y no será cierto...

Yo no decía nada.

- Tú comprendes. Es demasiado lejos. No puedo llevarme este cuerpo, es demasiado pesado.

Yo no decía nada.

- Pero será como una vieja cáscara abandonada. No tienen nada de triste las cáscaras abandonadas...

Yo no decía nada.

Se desanimó un poco. Pero hizo aún un esfuerzo:

- Será simpático, sabes. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serán pozos con una polea oxidada. Todas las estrellas me darán de beber...

Yo no decía nada.

- Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles, yo tendré quinientos millones de fuentes...

Y se calló también, porque estaba llorando...

- Es ahí. Déjame que dé un paso yo solo.

Y se sentó porque tenía miedo.

Agregó:

- Tú sabes... mi flor... soy responsable de ella! Y es tan débil! Y es tan ingenua. Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse del mundo...

Yo me senté porque ya no podía mantenerme parado. Dijo:

- Bueno... es todo...

Vaciló todavía un poco, luego se levantó. Dio un paso. Yo no podía moverme.

No hubo más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Permaneció un instante inmóvil. No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. Ni siquiera hizo ruido, a causa de la arena.

Antoine de Saint-Exupéry

viernes, 16 de septiembre de 2011

Misterios

Era ya el octavo día en medio del desierto, y había escuchado la historia del mercader, mientras bebía la última gota de agua que quedaba. 

- Ah! - dije al principito - Me gustan tus recuerdos pero aún no he podido reparar mi avión, ya no queda nada para beber y también me agradaría dirigirme muy lentamente hacia una fuente. 

- Mi amigo el zorro... - me dijo. 

- Mi pequeño hombrecito, ya no se trata más del zorro! 

- ¿Por qué? - preguntó algo indignado el principito. 

- Porque vamos a morir de sed... 

Sin comprender mi explicación agregó: 

- Es hermoso haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Soy feliz por haber tenido un amigo zorro... 

"No tiene noción del peligro - me dije - Nunca siente hambre, nunca sed... Un poco sol es suficiente para él" 

Me miró y dijo como respondiendo a mis pensamientos: 

- También tengo sed... Veamos si encontramos un pozo...

Expresé un gesto de cansancio. Nada mas ridículo que buscar un pozo al azar en medio del desierto. De todas formas, emprendimos la marcha.

Caminamos horas en silencio hasta que cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar. Parecía estar soñando, estaba algo afiebrado a causa de la sed. Danzaban por mi mente, palabras del principito;

 - Tú también tienes sed? - pregunté.

No me respondió. Simplemente me dijo:

- El agua también puede ser buena para el corazón...

Me resultaba ciertamente complicado comprender su respuesta, pero como sabía que era mejor no interrogarlo, me callé...

Se lo veía algo cansado. Se sentó y yo cerca de él. Luego de un silencio dijo:

- Las estrellas son bellas, por una flor que no se ve...
"Seguramente" - dije - Sin hablar miré las ondulaciones de la arena bajo la luna.

- Es muy bello el desierto - agregó.

Pensaba igual. Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano sin ver nada, sin oír nada y sin embargo... algo resplandece en el mágico silencio.

- Lo que embellece aún más al desierto - dijo el principito - es que esconde un pozo en cualquier parte, en el sitio menos esperado...
Comprendí de pronto el misterio del resplandor de la arena. Cuando era jovencito, vivía en una casa muy antigua y contaba la leyenda que allí había un tesoro escondido. Nadie pudo descubrirlo y quizá nadie lo haya buscado. Sin embargo, encantaba toda la casa. Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...

- Sí - dije al principito - se trate de la casa, de las estrellas o bien del desierto mismo, lo que indudablemente embellece es invisible.

- Así es como piensa mi zorro, me gusta que estés de acuerdo con él - dijo.

Tomé en mis brazos al principito que había quedado dormido, y proseguí la marcha. Sentía una gran emoción recorrer mi cuerpo. Me parecía estar cargando un frágil tesoro. Y aún más, sentía que no existía algo más frágil sobre esta Tierra. La luz que provenía de la luna iluminaba la pálida frente del hombrecito, sus ojos cerrados y los cabellos dorados movidos por el viento. Me dije: "Lo que aquí veo, es solo una corteza. Lo más importante es invisible..."

Sus labios permanecían entreabiertos esbozando una suave sonrisa. Me dije: "Lo que me emociona de este principito es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que brilla en él aún en su sueño como la llama de una lámpara...". Lo sentí aún más frágil. Es muy necesario cuidar de las lámparas ya que un golpe de viento puede apagarlas...

Y así, caminando lentamente, descubrí el pozo al amanecer.

Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 12 de septiembre de 2011

Paraíso Perdido

Con nuestros sueños unidos en uno solo hacia un paraíso infinito

Un camino distante por el que corremos

Incapaces incluso de encontrar algo que perder

No tenemos razón para dudar

El sueño que atrapamos firmemente en la bifurcación del camino

mientrás desaparecías entre el paraíso que habías soñado

Dejandome con una sonrisa

Todo el polvo de estrellas en el cielo que no puede unirse

Solo un ramo de rosas rojas para terminar éste juego

Incluso si veo todo como era ayer, se que tan solo es un espejismo

Como hemos deseado el paraíso

Estamos dejando ir algo que nunca hemos tenido

El tiempo vuela, ¡paraíso!

Te diremos adiós.

Paraíso perdido

L'arc En Ciel

jueves, 8 de septiembre de 2011

Besos

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenaron sé de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral

lunes, 5 de septiembre de 2011

El Sueño del Sultán

Cuentan que una noche un sultán soñó que había perdido todos los dientes. Enseguida cuando despertó, ordenó llamar a un adivino para que interpretase su sueño.

- ¡Qué desgracia, mi señor! – exclamó el adivino – cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.

- ¡Qué insolencia! – gritó el sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que encierre al adivino durante una semana y que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajeran otro adivino. Enseguida cuando lo vio, le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al sultán con muchísima atención, le dijo:

- ¡Excelso Señor! ¡Felicitaciones! El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro al adivino. Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

- ¡No es posible! La interpretación que hiciste de los sueños es la misma que la del primer adivino. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y una semana de calabozo y a ti con cien monedas de oro.

- Recuerda bien, amigo mío – respondió el adivino – que todo depende de la forma en el decir. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse. De la forma como nos comunicamos depende, la mayoría de las veces, la felicidad o la desgracia de las personas, la paz o la guerra entre los pueblos. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. 
 
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero, si la envolvemos delicadamente y la ofrecemos con ternura, sin dudas que será aceptada con agrado.
 
Autor Desconocido
Cuento Tradicional Sufí