Letras: Alas, Magia y Sueños

sábado, 17 de noviembre de 2012

El Elfo Bri

La noche sembró rocío por los campos. Cuando salió el sol, las gotas de rocío lanzaron chispas de colores. La que brilló más se convirtió en el elfo Bri. Como tenía alas y luz, voló buscando amigos.
- ¿Quieres volar conmigo? - preguntó a un gusano.
- Ahora no, cuando sea mariposa - contestó.

Bri aleteó hacia donde brillaban unos ojos negros:
- ¿Quieres volar conmigo?
- No me gusta volar - contesto con voz ronca.

Apareció una figura igual a un corcho de botella:
- ¿Ves? No tengo alas, pero doy grandes slatos, me llamo Groso y soy un brujo del bosque.
- Tú saltas y yo vuelo, ¡Seamos amigos! - gritó Bri.
- No creo, tu luz hace que me duelan los ojos - contestó el brujo y desapareció echando humo por la coronilla.

Llegó la noche y Bri se paró en una ramita: "Es difícil encontrar un amigo" - Suspiró. De pronto, vio que venía hacia él una luz verdosa y voló hacia ella.
- ¿Eres un elfo? - preguntó Bri.
- ¿Eres una luciérnaga? - preguntó la otra.

No, no eran parientes, así que se alejaron como estrellas equivocadas.

Más allá se detuvieron, se miraron otra vez y pensaron: "No somos iguales, pero nos parecemos". Entonces, volvieron a acercarse tímidamente. La luciérnaga estiró una antena y Bri una mano y se tocaron.
- ¡Podemos ser amigos! - exclamaron contentos.

Y volaron por el bosque brillando como estrellas hermanas.

Alicia Morel
Pertenece a Alicia Morel
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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Kamshout y el Otoño

Hubo un tiempo en que las hojas del bosque eran siempre verdes. En ese entonces el joven sélknam Kamshout partió en un largo viaje para cumplir con los ritos de iniciación de los klóketens.

El joven iniciado tardó tanto en volver que el resto del grupo lo dio por muerto. Cuando nadie lo esperaba, Kamshout volvió completamente alterado y empezó a relatar su sorprendente incursión en un país de maravillas, más allá en el lejano norte.

En ese país los bosques eran interminables y los árboles perdían sus hojas en otoño hasta parecer completamente muertos. Sin embargo, con los primeros calores de la primavera las hojas verdes volvían a salir y los árboles volvían a revivir. Nadie creyó la historia y la gente se rió de Kamshout quien, completamente enojado, se marchó al bosque y volvió a desaparecer.

Luego de una corta incursión por el bosque, Kamshout reapareció convertido en un gran loro, con plumas verdes en su espalda y rojas en su pecho. Era otoño y Kamshout -a partir de entonces llamado Kerrhprrh por el ruido que emitía- volando de árbol en árbol fue tiñiendo todas las hojas con sus plumas rojas.

Así coloreadas, las hojas empezaron a caer y todo el mundo temió la muerte de los árboles.
 
Esta vez la risa fue de Kamshout.
 
En la primavera las hojas volvieron a lucir su verdor, demostrando la veracidad de la aventura vivida por Kamshout. Desde entonces los loros se reunen en las ramas de los árboles para reirse de los seres humanos y así vengar a Kamshout, su antepasado mítico.

Leyenda Sélknam - Tierra del Fuego, Argentina-Chile
Pertenece a Autor Desconocido
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martes, 6 de noviembre de 2012

Oda al Gato

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.

Pablo Neruda
Pertenece a Pablo Neruda
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martes, 30 de octubre de 2012

El Humo

El humo
de las chimeneas
se va de viaje
y por eso se pone
su mejor traje.

Para no perderse
deja sus huellas
por toda
la escalera
de las estrellas.

Elsa Bornemann
Pertenece a Elsa Bornemann
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martes, 23 de octubre de 2012

Mariposas

Al Valle que llaman de Muzo,
que lo llamen Valle de Bodas.
Mariposas anchas y azules
vuelan, hijo, la tierra toda.
Azulea tendido el Valle,
en una siesta que está loca
de colinas y de palmeras
que van huyendo luminosas.
El valle que te voy contando
como el cardo azul se deshoja,
y en mariposas aventadas
se despoja y no se despoja...

En tanto azul, apenas ven
naranjas y piñas las mozas,
y se abandonan, mareadas,
al columpio de mariposas.
Las yuntas pasan aventando
con el yugo, llamas redondas,
y las gentes al encontrarse
se ven ligeras y azulosas
y se abrazan alborotadas
de ser ellas y de ser otras...

El agrio sol, quémalo-todo,
quema suelos, no mariposas.
Salen los hombres a cazarlas,
cogen en redes la luz rota,
y de las redes azogadas
van sacando manos gloriosas.

Parece fábula que cuento
y que de ella arda mi boca;
pero el milagro se repite
donde al aire llaman Colombia.
Cuéntalo y cuéntalo, me embriago.
Veo azules, hijo, tus ropas,
azul mi aliento, azul mi falda,
y ya no veo más otra cosa...

(1) El valle de Muzo, en Colombia, es el de las esmeraldas y las mariposas, y lo llaman un "fenómeno de color"

Gabriela Mistral
Pertenece a Gabriela Mistral
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viernes, 19 de octubre de 2012

El Aire

Esto que pasa y que se queda,
esto es el Aire, esto es el Aire,
y sin boca que tú le veas
te toma y besa, padre amante.
Ay!, le rompemos sin romperle;
herido vuela sin quejarse,
y parece que a todos lleva
y a todos deja, por buenos, el Aire...

Gabriela Mistral
Pertenece a Gabriela Mistral
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martes, 16 de octubre de 2012

Caracola

Me han traído una caracola.

Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.

Me han traído una caracola.

Federico García Lorca
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miércoles, 10 de octubre de 2012

La Viborita

La viborita se va
corriendo a Viboratá
para ver a su mamá.

La cabeza ya llegó
pero la colita no.
Terminó.

María Elena Walsh
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martes, 2 de octubre de 2012

El Ojo de la Aguja

Por el ojo de la aguja
veo ciertas maravillas:
del panal vuelan ardillas,
cabe el sol en la burbuja.

Los enanos juguetones
con la Luna en las narices
roban hojas y raíces
para hacerse pantalones.

Sale el mar sobre los barcos,
de las nubes caen peces,
cae el cielo siete veces
hasta el fondo de los charcos.

Pasa el viento en bicicleta,
derribando al búho tieso,
repartiendo –beso a beso–
el azar de la veleta.

Andrés Sabella
Pertenece a Andrés Sabella
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jueves, 27 de septiembre de 2012

La Niña Transformada

En los viejos tiempos, cuando la magia vivía y respiraba, había una Reina que deseaba un niño. Era una Reina triste, porque el Rey con frecuencia se encontraba lejos, dejándola a solas con poco o nada que hacer salvo su soledad, y se preguntaba por qué su esposo, a quien tanto quería, podía soportar apartarse de ella tanto tiempo y con tanta frecuencia.

Había sucedido que muchos años antes, el Rey había usurpado el trono de su legítima dueña, la Reina de las Hadas, y la hermosa y pacífica comarca del Hada se había convertido de la noche a la mañana en un lugar desolado en donde la magia ya no florecía y la risa estaba prohibida. Tan colérico era el Rey que estaba decidido a capturar a la Reina de las Hadas y obligarla a regresar al reino. Una jaula de oro había sido preparada especialmente para aprisionar a la Reina de las Hadas y obligarla a que usara su magia para divertimento del Rey.

Un día de invierno, mientras el Rey se encontraba de viaje, la Reina estaba sentada junto a una ventana abierta, mirando el campo cubierto de nieve. Estaba llorando, porque la desolación de los meses de invierno le recordaba a la Reina su propia soledad. Mientras observaba el desolado paisaje invernal, pensó en su desolado vientre, vacío, como siempre, a pesar de su deseo. "¡Ah, cuánto querría tener una niña! — lloró—. Una hermosa niña con un corazón honesto y ojos que nunca se llenen de lágrimas. Entonces nunca volvería a estar sola".

Pasó el invierno, y el mundo comenzó a despertar. Los pájaros regresaron al reino y empezaron a preparar sus nidos una vez más, los ciervos podían verse pastando en donde los campos lindaban con los bosques y las hojas crecían en las ramas de los árboles del reino.

Mientras las golondrinas de la nueva estación surcaban los cielos, las faldas de la Reina comenzaron a apretarle en torno a la cintura, y a poco se dio cuenta de que estaba encinta. El Rey no había regresado al castillo, por lo que la Reina supo que un hada traviesa, lejos de su hogar y oculta en el jardín de invierno, debía de haber escuchado su llanto y le había concedido, magia mediante, su deseo.

La Reina creció y creció y el invierno regresó otra vez, y en la noche de Navidad, mientras una profunda nevada caía sobre la tierra, comenzó a tener dolores de parto. Toda la noche estuvo de parto, y con la última campanada de medianoche nació su hija, y la Reina pudo mirar por fin el rostro de su bebé. ¡Pensar que esa hermosa niña, de pálida e inmaculada piel, cabellos oscuros y labios rojos con forma de pimpollo era toda suya! "Rosalind —dijo la Reina—. La llamaré Rosalind".

La Reina quedó prendada de inmediato y se negó a dejar que la princesa Rosalind se apartara de su vista. La soledad había vuelto amarga a la Reina, la amargura la había vuelto egoísta, y el egoísmo la
había vuelto suspicaz. A cada momento se preocupaba porque alguien acechara para robarle a la niña. Ella es mía, pensaba la Reina, mi salvación, así que debo mantenerla a mi lado.
En la mañana del bautismo de la princesa Rosalind, las mujeres más sabias de toda la comarca fueron invitadas para impartir sus bendiciones. Todo el día la Reina observó cómo los deseos de gracia, prudencia y sabiduría llovían sobre la niña. Por fin, cuando la noche comenzó a avanzar sobre el reino, la Reina despidió a las mujeres. Se dio la vuelta brevemente, pero al girarse para mirar a la niña observó que todavía quedaba una invitada. Una viajera con un largo abrigo estaba de pie junto a la cuna, mirando a la criatura.

—Es tarde, sabia anciana —dijo la Reina—. La Princesa ha sido bendecida y ahora hay que dejarla dormir.

La viajera se quitó la capucha y la Reina tragó saliva, porque el rostro no era el de una anciana sabia, sino el de una vieja arrugada de sonrisa desdentada.

—Traigo un mensaje de la Reina de las Hadas —dijo la vieja—. La niña es una de las nuestras, por lo que debe venir conmigo.

—No —lloró la Reina, corriendo hasta la cuna—. Ella es mi hija, mi preciosa hijita.

—¿Vuestra? —te extrañó la vieja—. ¿Esta gloriosa criatura? —Y comenzó a reír, una carcajada cruel que hizo que la Reina retrocediera horrorizada—. Ella fue tuya sólo por el tiempo que te permitimos tenerla. En tu corazón siempre has sabido que ella ha nacido del polvo de las hadas, y ahora debes entregarla.

Entonces la Reina lloró, porque el pronunciamiento de la vieja era precisamente lo que ella había temido.

—No puedo entregarla —dijo—. Ten piedad, vieja, y déjame quedármela un tiempo.

Sucedió que a la vieja le gustaba hacer diabluras, y frente a las palabras de la Reina una lenta sonrisa le cubrió el rostro.

—Te doy una oportunidad —le propuso—. Entrega ahora a la niña y su vida será larga y feliz, en el regazo de la Reina de las Hadas.

—¿O? —preguntó la Reina.

—O puedes quedártela hasta la mañana de su decimoctavo cumpleaños, cuando su verdadero destino le salga al encuentro y te deje para siempre. Piensa con cuidado, porque mantenerla más tiempo es amarla más hondamente.

—No necesito pensar en ello —dijo la Reina—, elijo lo segundo. La vieja sonrió tanto que mostró los negros agujeros entre sus dientes.

—Entonces es tuya, pero sólo hasta la mañana de su decimoctavo cumpleaños.

En ese momento la Princesa comenzó a llorar por primera vez. La Reina se volvió a tomarla en brazos, y cuando se volvió a mirar a la vieja ésta había desaparecido.

La Princesa creció y se convirtió en una hermosa niña, llena de alegría y luz. Hechizaba al océano con su canto y hacía sonreír a todos en el reino. A todos, menos a la Reina, quien estaba demasiado llena de miedos como para disfrutar de la niña. Cuando su hija cantaba, la Reina no la escuchaba, cuando su hija danzaba, la Reina no la veía, cuando su hija se acercaba a la Reina, ésta no la sentía, porque estaba demasiado ocupada calculando el tiempo que le quedaba antes de que le arrebataran a la niña.

A medida que pasaban los años, la Reina se volvió más y más temerosa del terrible y oscuro evento que acechaba a la vuelta de la esquina. Su boca se olvidó de sonreír, y las arrugas de su frente comenzaron a ahondarse. Entonces, una noche, tuvo un sueño en el que apareció la vieja.

—Tu hija ya casi tiene diez años —dijo la vieja—. No olvides que su destino la encontrará cuando cumpla dieciocho.

—He cambiado de idea —respondió la Reina—. No puedo dejarla partir. No la dejaré partir.

—Diste tu palabra —recordó la vieja—, debes honrarla.

A la mañana siguiente, después de asegurarse de que la Princesa estaba custodiada, la Reina se puso sus ropas de montar y mandó traer su caballo. Aunque la magia había sido exiliada del castillo, había un lugar en donde los encantamientos y los hechizos todavía podían encontrarse. En una oscura caverna a orillas del mar encantado vivía un hada que no era ni buena ni mala. Había sido castigada por la Reina de las Hadas por haber usado su magia en forma imprudente y por tanto permanecía oculta mientras que el resto de los hechiceros había huido del reino. Y aunque la Reina sabía que era peligroso buscar la ayuda del hada, no tenía otra esperanza.

Cabalgó durante tres días y tres noches y cuando por fin llegó a la cueva el hada estaba esperándola.

—Entra —le dijo—, y dime qué es lo que buscas.

La Reina le habló de la vieja y de su promesa de devolver a la Princesa en su decimoctavo cumpleaños, y el hada la escuchó. Después, cuando hubo terminado, el hada dijo:

—No puedo deshacer la maldición de la vieja, pero creo que puedo ayudarte.

—Te ordeno que lo hagas —dijo la Reina.

—Debo advertirte, mi Reina, que cuando oigas lo que voy a proponerte tal vez no agradezcas mi ayuda. —Y el hada se inclinó y susurró al oído de la Reina.

La Reina no dudó, porque, seguramente, cualquier cosa era mejor que perder a su hija entregándola a la vieja.

—Debe ser hecho.

Entonces el hada le entregó una poción a la Reina y le indicó que le diera a la Princesa tres gotas durante tres noches.

—Todo será entonces como prometí —aseguró—. La vieja no te molestará más, porque sólo el verdadero destino de la Princesa podrá encontrarla.

La Reina se apresuró a regresar, su mente en calma por primera vez desde el bautizo de su hija, y durante las siguientes tres noches echó tres gotas de la poción en el vaso de leche de su hija. En la tercera noche, cuando la Princesa bebió de su vaso, comenzó a ahogarse, y cayó de la silla, y se transformó de una princesa en un hermoso pájaro, tal como le había anunciado el hada. El pájaro revoloteó por el cuarto y la Reina llamó a un criado para que trajera la jaula de oro de las habitaciones del Rey. El pájaro fue encerrado dentro, la puerta de oro fue cerrada y la Reina dio un suspiro de alivio. Porque el Rey había sido muy astuto, y su jaula, una vez cerrada, no podía volver a abrirse.

—Quédate tranquila, preciosa mía —dijo la Reina—. Estás a salvo y nadie te apartará de mí —Y entonces la Reina colgó la jaula de un gancho en la torre más alta del castillo.

Con la princesa atrapada en la jaula, toda la luz huyó del reino, y los súbditos del Reino Encantado se sumieron en un invierno eterno en donde las cosechas y las tierras fértiles no prosperaban. Lo único que impedía que la gente desesperara era el canto de ave de la princesa — triste y hermoso— que surgía de la ventana de la torre y cubría la tierra yerma.

Pasó el tiempo, como tiene que pasar, y los príncipes reales, envalentonados por su ambición, llegaron de todas partes para liberar a la Princesa atrapada porque había llegado a sus oídos que en el árido Reino Encantado había una jaula de oro tan exquisita que hacía que sus fortunas parecieran modestas, y un ave enjaulada cuyas canciones eran tan bellas que cuando cantaba caían del cielo pepitas de oro. Pero todos los que intentaban abrir la jaula caían muertos tan pronto como la tocaban. La Reina, quien permanecía sentada día y noche en su mecedora, custodiando la jaula para que nadie pudiera robársela, reía al ver a los príncipes morir, porque el miedo y la sospecha se habían conspirado y la habían, por fin, enloquecido.

Pocos años después, llegó el hijo más joven de un leñador de un bosque lejano. Mientras trabajaba, la brisa llevó hasta él una melodía tan gloriosa que se quedó inmóvil y así permaneció, como si hubiera sido transformado en piedra, escuchando cada nota. Incapaz de contenerse, dejó su hacha y fue en busca del ave que podía cantar de modo tan triste y espléndido. Y mientras avanzaba entre la espesa fronda, los pájaros y los animales se le aparecían para ayudarlo y el hijo del leñador les daba las gracias, porque era un alma bondadosa que podía comunicarse con la naturaleza. Atravesó arbustos, corrió por los campos, escaló montañas, durmió en árboles huecos, se alimentó de frutas y nueces, hasta que por fin llegó junto a las murallas del castillo.

—¿Cómo has llegado a estas tierras prohibidas? —preguntó el guardia.

—Seguí el canto de tu bella ave.

—Regresa por donde has venido, si en algo valoras tu vida —dijo el guardia—. Porque en este reino todo está maldito, y quienquiera que toque la jaula del triste pájaro se perderá.

—No tengo nada que amar o que perder —repuso el hijo del leñador —. Y debo ver por mí mismo la fuente de tan glorioso cantar.

Sucedió entonces que, justo en ese instante, la princesa pájaro cumplió dieciocho años y comenzó a cantar la canción más triste y más hermosa de todas, lamentando la pérdida de su juventud y de su libertad.

El guardia se hizo a un lado, y el joven entró en el castillo y subió por las escaleras hasta la torre más alta.

Cuando el hijo del leñador vio al ave atrapada, su corazón se llenó de congoja, porque no le gustaba ver a ningún ave o animal apresado. Miró más allá de la jaula de oro, y sólo tuvo ojos para el ave dentro de ella. Se acercó a la puerta de la jaula, y al tocarla, ésta se abrió y el ave quedó en libertad.

En ese momento, el pájaro se transformó en una hermosa joven de largos cabellos que se agitaban en torno a ella, con una corona de brillantes conchas en su cabeza. Los pájaros llegaron desde distantes árboles, trayendo en sus picos hebras de cristal brillante con las que la cubrieron hasta vestirla en reluciente plata. Los animales regresaron al reino, y las cosechas y las flores comenzaron, al instante, a crecer en el yermo terreno.

Al día siguiente, mientras el sol se alzaba brillante sobre el océano, se escuchó un fuerte tronar, y seis caballos encantados aparecieron a las puertas del castillo, tirando de un carruaje dorado. La Reina de las Hadas descendió de su interior y todos sus súbditos se inclinaron ante ella. Detrás de ella iba el hada de la cueva marina, quien había demostrado ser buena, siguiendo los deseos de la verdadera Reina y asegurándose de que la princesa Rosalind estuviera lista cuando su destino llegara a su encuentro.

Bajo la vigilante mirada de la Reina de las Hadas, la princesa Rosalind y el hijo del leñador se casaron, y la dicha de la joven pareja fue tan inmensa que la magia regresó y desde entonces todos en el Reino Encantado fueron libres y felices.

Excepto, claro, la Reina, a quien no pudieron encontrar por ningún lado. En su sitio en la mecedora había un horrible pájaro con un croar tan espantoso que hacía coagular la sangre de todos quienes lo escuchaban. Fue expulsado del reino y escapó volando a un bosque lejano, en donde fue muerto y devorado por el Rey, quien había enloquecido despechado en su malvada e inútil persecución de la Reina de las Hadas.

Eliza Makepeace. 
(El Jardín Olvidado, Kate Morton)
Pertenece a Kate Morton
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domingo, 23 de septiembre de 2012

La Trenza del Hada

-"Pero ¿por qué debo traer tres hebras del cabello de la Reina de las Hadas? —preguntó el príncipe a la bruja— ¿Por qué no otro número, por qué no dos, o cuatro?".

La bruja se inclinó hacia delante sin dejar de hilar. "No hay otro número, mi niño. Tres es el número del tiempo, ¿acaso no hablamos de pasado, presente y futuro? Tres es el número de la familia, ¿acaso no hablamos de madre, padre e hijo? Tres es el número de las hadas, ¿acaso no buscamos entre el roble, la ceniza y la espina?".

El joven príncipe asintió, porque la sabia bruja había hablado con verdad.

-"Por ello debo poseer tres hebras, para tejer mi trenza mágica".

Eliza Makepeace.
(El Jardín Olvidado, Kate Morton)

Pertenece a Kate Morton
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martes, 18 de septiembre de 2012

Resistencia

Creo en los cafés, en el dialogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad en el infinito, pero humano, a nuestra medida.


Ernesto Sabato
Pertenece a Ernesto Sabato
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viernes, 14 de septiembre de 2012

Miradas

Antes que tus ojos
lucieran el destello
que el amor impuso en ellos
Me parecía que en su arrogancia
a mi amor se resistían
Evitando que la incidencia de
nuestras miradas
arrojara luz a nuestras vidas.

J. Yael Román
Pertenece a J. Yael Román
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lunes, 10 de septiembre de 2012

Ajedrez

I
En su grave rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.

En el oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra,
Como el otro, este juego es infinito.

II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
La sentencia es de Omar* de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonía?

Jorge Luis Borges
Pertenece a Jorge Luis Borges
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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Me Voy al Este

Tengo un lugar en el que Nadie
es el nombre que usa el viento si me ve.
Me voy al este,
dónde las cosas empiezan.
A mudar de piel.

A recogerme en teclas de luz nueva.
Nadie puede explotar por mí esta vez
¿Cuándo pudo el mar huir una marea?
Si no lo consigo,
llévame al lugar de dónde vengo.

A nacer otra vez.
Hasta que pueda volver,
a sonreír sin escuchar campanas en Armentia,
A caminar sin deshacerme en cada paso.
A sentarme a esperar en silencio hasta que llueva.

Alicia Martínez

Pertenece a Alicia Martínez
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domingo, 2 de septiembre de 2012

Estado de Ánimo

A veces me siento
como un águila en el aire.
-Pablo Milanés

Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

Mario Benedetti
Pertenece a Mario Benedetti
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viernes, 31 de agosto de 2012

El Hombre que no Juega

En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir.

Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el científico propósito de entretenerme solo.

El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió, para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.

He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche.
Pablo Neruda
Pertenece a Pablo Neruda
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domingo, 26 de agosto de 2012

De Repente

Empezó de repente.

No fue algo que buscara o que deseara.

No fue producto de la insatisfacción o el aburrimiento, tampoco de la rutina.

Fue simplemente así: de repente y se quedó en mi para siempre.

J. Yael Román
Pertenece a J. Yael Román
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viernes, 24 de agosto de 2012

El Dulce Brillo de tus Ojos

En la penumbra triste y gris, que
agobia y acongoja
a la enorme multitud que me rodea;
existe un oasis de plenitud
que en la viscosa lentitud de la
rutina
rompe y rasga la tediosa vida
misma.
Dando nueva forma a las cosas y
renovada fuerza a la vida.

Es el dulce brillo de tus ojos
en que se rompe la monotonía y su
desdicha
la incongruencia y la razón.
Dando paso a una luz inmensurable
de sublime sensación.

En ellos he encontrado la incidencia
de la vida
Pues...
La muerte es,
en su ausencia,
lo que la dicha en su fulgor.

Ahora...
La soledad es sólo un mito
que en el cobijo de tu mirada se
convierte en religión.

Y heme aquí ofrendando culto de
hinojos
esperando, ansioso y con fervor
que, al menos por un instante me
bañase,
el dulce brillo de tus ojos.

J. Yael Román

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jueves, 16 de agosto de 2012

Intimidad

En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,

En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,

En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.

José Saramago
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lunes, 13 de agosto de 2012

Laberinto

En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En el largo pasillo de puertas falsas.

De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flotan, en la memoria que regresa.

En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.

En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz de sol, los pasos justos?

En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.

José Saramago
Pertenece a José Saramago
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miércoles, 8 de agosto de 2012

Preguntario

USTED

Usted
que es una persona adulta
- y por lo tanto-
sensata, madura, razonable,
con una gran experiencia
y que sabe muchas cosas,
¿qué quiere ser cuando sea niño?

LECCION

-Paula, ¿usted sabe qué es es una oveja?
-Sí. La oveja es una nube con paticas.

¿QUÉ ES EL GATO?

El gato
es una gota
de tigre.

¿QUÉ ES EL RÍO ?

El río
es un barco
que se derritió.

¿QUÉ ES LA GAVIOTA?

La gaviota
es un barquito de papel
que aprendió a volar.

¿ QUÉ ES LA TRISTEZA?

La tristeza
es un ajedrecista
que siempre juega
con las piezas grises.

VISTA

Los cerros
tienen un color
de música dorada.
Una niña ciega
camina erguida y con pies sabios.
Su bastón es un pájaro blanco
revoloteando en su jaula de sombras.
Los cerros suenan a crepúsculo
y la ciega no se pierde de vista.

¿ QUÉ ES EL MAR?

Para el pez volador
el mar es una isla
rodeada de tierra por todas partes.

¿SI LOS ENAMORADOS VIVIERAN EN LA LUNA?

Si los enamorados vivieran en la luna
en noches de tierra llena
- cogidos de la mano-
contemplarían el océano azul de nuestro planeta
y lo verían lleno de estrellas de mar.

¿QUÉ ES EL SILENCIO?

El silencio son seis cuerdas sin guitarra.

¿ QUÉ FUE PRIMERO?

¿Qué fue primero,
el huevo o la gallina?
Primero fue el pollito.

¿PORQUÉ LAS JIRAFAS TIENEN EL CUELLO TAN LARGO?

Las jirafas tienen el cuello tan largo
porque necesitan mordisquear las altas hojas de los árboles
para tener la ilusión de que se alimentan de ventanas.

¿CÓMO SE PASA AL OTRO LADO DEL ESPEJO?

Para pasar al otro lado del espejo, se necesita del valor temerario de un niño de siete años, de su facultad para convertir el azul en quetzal y la nube en garza. El sabe que tiene que ascender por la vertiente más peligrosa del espejo, trepar cuidadosamente para no tropezar con el brillo, afianzar con firmeza el pie para evitar hundirse en la garganta de los reflejos, y eludir el encuentro cegador con los ojos de su doble. Entonces llegará a la cúspide y pasará al resplandor del otro lado, descendiendo por la parte oscura de la luna.

¿QUÉ ES LA DESPEDIDA?

La despedida es una mano
que es un pañuelo
que es el corazón
y la distancia.

La despedida es una mano
que es un pañuelo
que es una mano
en el corazón
de la distancia.

Jairo Aníbal Niño
Pertenece a Jairo Aníbal Niño
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domingo, 5 de agosto de 2012

El Bosque Chileno

Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno... Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, lo gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe... Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo... El ciprés de las gutecas intercepta mi paso... Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas... Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta, una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande como un cangrejo... Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras desaparece como un relámpago su radiante arcoiris... Al pasar cruzo un bosque de heléchos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo temblando sus abanicos... Un tronco podrido: ¡qué tesoro!... Hongos negros y azules le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le escapara el alma... Más lejos cada árbol se separó de sus semejantes... Se yerguen sobre la alfombra de la selva secreta, y cada uno de los follajes, lineal, encrespado, ramoso, lanceolado, tiene un estilo diferente, como cortado por una tijera de movimientos infinitos... Una barranca; abajo el agua transparente se desliza sobre el granito y el jaspe... Vuela una mariposa pura como un limón, ganando entre el agua y la luz... A mi lado me saludan con sus cabecitas amarillas las infinitas calceolarias... En la altura, como gotas arteriales de la selva mágica se cimbran los copihues rojos (Lapageria Rosea)... El copihue rojo es la flor de la sangre, el copihue blanco es la flor de la nieve... En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio es la ley de estos follajes... Apenas el grito lejano de un animal confuso... La intersección penetrante de un pájaro escondido... El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre. Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo.

Pablo Neruda

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viernes, 3 de agosto de 2012

El Gran Palacio de la Mentira

Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.

Pedro Pablo Sacristán
Pertenece a Pedro Pablo Sacristán
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domingo, 29 de julio de 2012

Marcha de Osías

Osías, el osito en mameluco
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo,
sin alcancía pero con antojo.

Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero tiempo, pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto y no enjaulado
adentro de un despertador.

Osías, el osito, en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero un río con catorce pescaditos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando esté solito
un poco de conversación.

Osías, el osito, en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano de una abuela
que me las lea en camisón.

Osías, el osito, en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol.

Osías, el osito, en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero un cielo bien celeste aunque me cueste,
de verdad, no cielo de postal,
para irme por el este y el oeste
en una cápsula espacial.

María Elena Walsh
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martes, 24 de julio de 2012

La niña de la caja de cristal

En nuestro pueblo vivía una maravillosa y pequeña muchacha. Era tan delicada que su preocupada madre la encerró en una caja de cristal. Esta caja debía proteger a la niña del viento y de la lluvia, de la enfermedad y de todo peligro. Ni el menor polvillo podía tocar su blanco vestido, ninguna palabrota ofender su oído. La buena madre quería proteger a su hijita de toda la maldad del mundo.

La caja de cristal estaba montada sobre cuatro ruedas, y de esta manera se podía sacar también al jardín. En éste la niña podía contemplar, a través de los cristales de su casita, las flores; alegrarse cuando los pájaros cantaban y los niños brincaban alegremente. Ella, en cambio, estaba sentada inmóvil en su sillita; estaba delicada, y de día en día se volvía más pálida.

La madre no perdía de vista ni por un momento la caja de cristal. Pero un día tuvo que alejarse de la casa por un par de horas. Entonces penetró por los cristales un pequeño duende y le dijo solamente:

-¡Jujui!

Como un latigazo sobre un caballo, este grito hizo estremecerse a la niña encerrada en la caja de cristal. Sus ojos se movieron a derecha e izquierda, hacia arriba y hacia abajo, y lo que vieron a su alrededor era alegría y vida.

Afuera reinaba el otoño, y el viento celebraba una fiesta. El viento invitó a ésta a cien mil huéspedes: a todas las hojas pardas, rojas y amarillas de los árboles.

-¡Vengan! -les gritó-. ¡Vamos a bailar!

Las hojas saltaron de las ramas y danzaron. Danzaban solas y en parejas, y danzaban también en grandes corros. Vinieron los niños de la calle y danzaron también alegres con ellas.

Entonces la pequeña niña olvidó que estaba tan delicada que ningún viento ni lluvia ni polvo podían tocarla, ni podía oír ninguna palabrota. Sin poder contenerse, gritó:

-¡Espérenme, voy también con ustedes!

Pero las puertas de la casita de cristal estaban cerradas. Fue inútil que las sacudiera y tirara de ellas.

-¡Ábranme! -rogó la niña.

Al oír sus gritos, todos los niños cesaron de danzar y rodearon la pequeña casita de cristal; pero nadie la supo abrir pese a sus esfuerzos.

Entonces vino el viento. Éste no trató de levantar el pestillo. Sacudió e hizo estremecer toda la casita de vidrio. Y, finalmente, hizo sencillamente: ¡Plaf!, golpeando con sus fuertes puños contra los cristales. ¡Oh, cuán alegre sonó! La casita de cristal quedó rota, y la pequeña prisionera salió de un brinco de su interior.

¡Qué maravilloso era el aire allí afuera! ¡Y cuán grande y amplio era el mundo! Allí se podía danzar. Las hojas danzaban, los niños danzaban. Los delantales y las faldas y las cabelleras danzaban, y, más alegre que ninguno, danzaba también el corazón de la niña. El viento silbaba una cancioncilla, y los niños gritaban jubilosos de alegría.

De repente apareció la madre. Al ver a la niña fuera de la casita, juntando las manos derramó grandes lágrimas. Temía que ahora se enfermara la delicada niña... y moriría.

Pero la niña no se puso enferma ni tuvo tampoco que morir. Sus mejillas se colorearon, brillaron más claros sus ojos, y toda ella floreció y se hizo cada día más bella.

-¡Jujui! -rió el diablillo, mientras la madre recogía los pedacitos de cristal.

Luego saltó a horcajadas sobre el viento, y éste se lo llevó consigo. ¿Adónde? Esto no lo he sabido yo nunca, pues en su gran prisa se olvidó de contármelo.
 
Autor Desconocido
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viernes, 20 de julio de 2012

La Ventolera

Silba el viento dentro de mí.
Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara.

Eduardo Galeano
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lunes, 2 de julio de 2012

Córtazar

Con un solo brazo nos abraza a los dos. El brazo era larguísimo, como antes, pero todo el resto se había reducido mucho, y por eso Helena lo soñaba con desconfianza, entre creyendo y no creyendo. Julio Cortázar explicaba que había podido resucitar gracias a una máquina japonesa, que era una máquina muy buena pero que todavía estaba en fase de experimentación, y que por error la máquina lo había dejado enano.

Julio contaba que las emociones de los vivos llegan a los muertos como si fueran cartas, y que él había querido volver a la vida por la mucha pena que le daba la pena que su muerte nos había dado. Además, decía, estar muerto es una cosa que aburre. Julio decía que andaba con ganas de escribir algún cuento sobre eso.

Eduardo Galeano.
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viernes, 29 de junio de 2012

La Fiesta

Estaba suave el sol, el aire limpio y el cielo sin nubes. Hundida en la arena, humeaba la olla de barro. En el camino de la mar a la boca, los camarones pasaban por las manos de Zé Fernando, maestro de ceremonias, que los bañaba en agua bendita y sal y cebollas y ajo.

Había buen vino. Sentados en rueda, los amigos compartíamos el vino y los camarones y la mar que se abría, libre y luminosa, a nuestros pies.

Mientras ocurría, esa alegría estaba siendo ya recordada por la memoria y soñada por el sueño.

Ella no iba a terminarse nunca, y nosotros tampoco, porque somos todos mortales hasta el primer eso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera, por poco que sepa.

Eduardo Galeano
Pertenece a Eduardo Galeano
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lunes, 25 de junio de 2012

El Aire y el Viento

Por los caminos voy, como el burrito de San Fernando, un poquito a pie y otro poquito andando.

A veces me reconozco en los demás. Me reconozco en los que quedarán, en los amigos abrigos, locos lindos de la justicia y bichos voladores de la belleza y demás vagos y mal entretenidos que andan por ahí y por ahí seguirán, como seguirán las estrellas de la noche y las olas de la mar.

Entonces, cuando me reconozco en ellos, yo soy aire aprendiendo a saberme continuado en el viento.

Me parece que fue Vallejo, César Vallejo, quien me dijo que a veces el viento cambia de aire.

Cuando yo ya no esté, el viento estará, seguirá estando.

Eduardo Galeano
Pertenece a Eduardo Galeano
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jueves, 21 de junio de 2012

Libros

Quiero quedarme en medio de los libros
vibrar con Roque Dalton con Vallejo y Quiroga
ser una de sus páginas
la más inolvidable
y desde allí juzgar al pobre mundo
no pretendo que nadie me encuaderne
quiero pensar en rústica
con las pupilas verdes de la memoria franca
en el breviario de la noche en vilo mi abecedario de los sentimientos
sabe posarse en mis queridos nombres
me siento cómodo entre tantas hojas
con adverbios que son revelaciones
sílabas que me piden un socorro
adjetivos que parecen juguetes
quiero quedarme en medio de los libros
en ellos he aprendido a dar mis pasos
a convivir con mañas y soplidos vitales
a comprender lo que crearon otros
y a ser por fin
este poco que soy.

Mario Benedetti
Pertenece a Mario Benedetti
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martes, 19 de junio de 2012

Un Árbol de Palabras

Quisiera hacer un árbol de palabras
de fuertes ramas, de frondosa copa.
Que te salve cuando alguien te persiga,
que te acoja cuando te encuentres sola.

Este árbol dará frutos hermosos
para calmar la sed de los poetas.
Dará sombra de libros pretenciosos,
dará olores de bosque con sus letras.

No importará que sus palabras caigan
cuando llegue el otoño literario.
Porque retoñarán con hojas nuevas,
apenas reverdezca el calendario.

Será tu aliento el viento entre sus ramas.
Tu risa el alimento de sus flores.
Se beberá todo el mar de tus lágrimas,
y crecerá… con todas tus pasiones.

Möebius
Pertenece a Möebius
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martes, 12 de junio de 2012

Poema 92 - Sexta Poesía Vertical

Competencia del que soy
con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.

Competencia de mi voz
con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.

Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.

Roberto Juarroz
Pertenece a Roberto Juarroz
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jueves, 7 de junio de 2012

Poesía 129 – IX

Somos el borrador de un texto que nunca será pasado en limpio.

Con palabras tachadas, repetidas, mal escritas y hasta con faltas de ortografía.

Con palabras que esperan, como todas las palabras esperan, pero aquí abandonadas, doblemente abandonadas entre márgenes prolijos y yertos.

Bastaría, sin embargo, que este tosco borrador fuera leído una sola vez en voz alta, para que ya no esperásemos más ningún texto definitivo.

Roberto Juarroz
Pertenece a Roberto Juarroz
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miércoles, 30 de mayo de 2012

Mi Dragón

Tengo un dragón escondido
debajo de mi almohada
con el que juego de noche,
acurrucado en la cama.

Es un dragón chiquitito,
apenas mide una cuarta,
pero tiene unos colmillos
afilados como espadas.

Mira con sus grandes ojos,
encendidos como el fuego,
y su larga cola llega
desde la cama hasta el suelo.

Me gusta jugar con él
a imaginar aventuras
en las que gana el dragón
al héroe de la armadura.

Cuando mi dragón sea grande
yo le abriré la ventana,
para que pueda volar
y llevarme a sus espaldas.

Juan Guinea
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domingo, 27 de mayo de 2012

Si yo fuera

- Si yo fuera un animal,
Quisiera ser una hiena
Y reír sin importarme
Ni siquiera el ser tan fea.

- Si yo fuera un animal,
Sería un león africano,
Mientras la leona caza,
Yo cuido de mis enanos.

- Si yo fuera un animal,
Elijo ser tiburón
Para asustar a mi hermano
En clase de natación.

- Si yo fuera un animal,
Sería un oso pequeño
Para dormirme en tus brazos
Durante todo el invierno.

- Pues si tengo que elegir,
Yo sería una cigüeña
Y traería hasta mi casa
¡Una hermanita pequeña!

- Y yo... ¿qué animal sería?
Déjame que me lo piense...
¡Sería un ornitorrinco!
¡Qué animal tan diferente!

Juan Guinea
Pertenece a Juan Guinea
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miércoles, 23 de mayo de 2012

Doña Blanca

Doña blanca dura
igual que dos negras,
es decir, dos pulsos,
son cuatro corcheas.

No hay que acelerarse
cuando tú las veas,
marcar bien el pulso
con manos y piernas.

Su cuerpo está blanco,
no tiene color,
en el pentagrama
la verás mejor.

Antonio Benito Monge

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miércoles, 16 de mayo de 2012

Qué lío de Instrumentos

Vaya lío que llevo
confundiendo instrumentos,
mezclo la percusión
con sonidos de viento.

Suena el “trompetambor ”,
¡oh , no! me he equivocado,
se llama “saxobombo ”,
¡qué instrumento tan raro!

En la orquesta del pueblo
yo toco el “ clarinchelo ”,
es como el “ violonete ”
que tocaba mi abuelo.

No sabía leer
maraca y castañuela
porque no fui a la escuela
no lo pude aprender.

Decía “castaraca ”,
de “marañuela” hablaba,
lo más importante era
lo bien que las tocaba.

Antonio Benito Monge
Pertenece a Antonio Benito Monge
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lunes, 7 de mayo de 2012

Sueño Infantil

Una clara noche
de fiesta y de luna,
noche de mis sueños,
noche de alegría
¿era luz mi alma
que hoy es bruma toda,
no eran mis cabellos
negros todavía?,
el hada más joven
me llevó en sus brazos
a la alegre fiesta
que en la plaza ardía.
So el chisporroteo
de las luminarias,
amor sus madejas
de danzas tejía.
Y en aquella noche
de fiesta y de luna,
noche de mis sueños,
noche de alegría,
el hada más joven
besaba mi frente…
con su linda mano
su adiós me decía…
Todos los rosales
daban sus aromas,
todos los amores
amor entreabría.

Antonio Machado
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martes, 1 de mayo de 2012

Viaje a Fantasía

En el tranquilo ocaso
viajo con la poesía
hasta lugares mágicos
del reino de Fantasía.

Sentado en la tumbona,
sin pasar a la acción,
voy de neurona en neurona
con la imaginación.

Vuelvo a los días tiernos,
felices, de mi infancia,
que quedan ya muy lejos
y apenas recordaba,
guiado por aromas
que me son familiares
y me acercan personas
que ya no son reales.

Me encuentro en los rincones
perdidos del cerebro
con brujas y dragones
y princesas de cuento.

Combino los colores
con notas musicales
y mezclo los olores
con adornos florales.

Un vuelo imaginario
me lleva hasta el lugar
donde seres extraños
parecen descansar,
a salvo de miradas
curiosas y agresivas,
lejos de las palabras
perversas y ofensivas.

Aquí todo es amable
y se respira amor.
¡Si fuera perdurable
lo que en sueños se vio!

José García Velázquez

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martes, 24 de abril de 2012

Corderito

Corderito mío,
suavidad callada:
mi pecho es tu gruta
de musgo afelpada.

Carnecita blanca,
tajada de luna:
lo he olvidado todo
por hacerme cuna.

Me olvidé del mundo
y de mí no siento
más que el pecho vivo
con que te sustento.

Y sé de mí sólo
que en mí te recuestas.
Tu fiesta, hijo mío,
apagó las fiestas.

Gabriela Mistral
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miércoles, 18 de abril de 2012

Seguiré Creyendo

Voy a seguir creyendo, aun cuando la gente pierda la esperanza.

Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio.

Voy a seguir construyendo, aun cuando otros destruyan.

Voy a seguir hablando de paz, aun en medio de la guerra.

Voy a seguir iluminando, aun en medio de la oscuridad.

Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha.

Y seguiré gritando, aun cuando otros callen.

Y dibujaré sonrisas, en rostros con lágrimas

Y transmitiré alivio cuando vea dolor.

y regalaré motivos de alegría donde solo haya tristezas.

Invitaré a caminar al que decidió quedarse.

Y levantaré los brazos a los que se han rendido.

Porque en medio de la desolación siempre habrá un niño que nos mirará esperanzado, esperando algo de nosotros y aún en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol y en medio del desierto crecerá una planta. Siempre habrá un pájaro que nos cante, un niño que nos sonría y mariposas que brinden su belleza. Pero si algún día ves que ya no sigo, no sonrío, o callo, acércate y dame un beso, un abrazo o regálame una sonrisa; con eso será suficiente. Seguramente, me habrá pasado que la vida me abofeteo y me sorprendió por un segundo. Ese gesto hará que vuelva a mi camino.

Nunca lo olvides.

Autor Desconocido
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sábado, 14 de abril de 2012

Poesía Infantil

La poesía para niños debería ser arco iris, lenguaje que despierta en las sílabas asombrado de pájaros y soles, un transformador de la piedra en ave, de la sed en río, de la palabra en canto, "poesía que si no se canta, podría cantarse"

Gabriela Mistral
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martes, 3 de abril de 2012

Defensa de la Alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

Defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

Defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

Defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

Defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

Defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

Mario Benedetti
Pertenece a Mario Benedetti
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martes, 27 de marzo de 2012

Tu Palabra

Tu Palabra está en mi.
Actúa por si misma.

Mi anhelo está en mi.
Árbol que crece sin límite.

El Universo está en mi,
pero y… ¿quién soy yo?

El reflejo está en el lago,
pero la luna en el cielo.

Al otro lado de la oscura celda,
brilla el sol.

Soltar el dolor,
hábito de estar siendo.

Hay otra forma de ser,
pero es más que ella misma.

Reconocer la Palabra,
deja espacio a la alegría.

Inmersa en el amor,
disfruto de la Confianza.

Enamorada,
Te busco sin hallarte.
¿Cómo encontrar lo que ya soy?

Alicia Martínez
Pertenece a Alicia Martínez
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jueves, 22 de marzo de 2012

Cuando éramos niños

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra.

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti
Pertenece a Mario Benedetti
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sábado, 17 de marzo de 2012

Botella al mar

Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.

Mario Benedetti
Pertenece a Mario Benedetti
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sábado, 10 de marzo de 2012

Las Tres Piedras

Cuentan que el primer árabe que cruzó el desierto se encontró junto a una cueva con un anciano de aspecto venerable que le preguntó:

— Joven, ¿A dónde vas?

— Quiero cruzar el desierto.

El anciano quedó pensativo un momento y añadió.

— Deseas algo difícil. Para cruzar el desierto te harán falta tres cosas. Toma estas piedras. Este topacio es la fe, amarillo como las arenas del desierto, esta esmeralda es la esperanza, verde como las hojas de las palmeras, y este rubí, es la caridad, rojo como el sol de poniente. Anda siempre hacia el sur y encontrarás el oasis de Náscara, donde vivirás feliz. Pero no pierdas ninguna de las piedras, si no, no llegarás a tu destino.

El hombre se puso en camino y recorrió miles y miles de leguas a través de las dunas amarillentas sobre su camello.

Un día le asaltó una duda:

— ¿No me habrá engañado el anciano? ¿Y si no existiera el oasis que me prometió y el desierto no tuviera fin?.

Ya iba a volverse cuando notó que algo se le había caído sobre la arena. Era el topacio. El joven se bajó para cogerlo y pensó:

— No, no. Tengo que confiar en la promesa del anciano. Seguiré mi Camino.

Pasaron muchos días. El sol, el viento, el frío de la noche le iban agotando. Sus fuerzas desfallecían y ni una palmera ni una fuente se veían por el horizonte sin fin. Ya iba a dejarse caer del camello para aguardar la muerte bajo su sombra, cuando notó que se la caía algo al suelo. Era la esmeralda. El joven se bajo a recogerla y se dijo:

— Tengo que ser fuerte, tal vez, un poco más allá estará el oasis. Si no sigo, moriré sin remedio. Mientras tenga un soplo de vida seguiré.

Continúo el joven el camino, cuando encontró un pequeño charco de agua junto a una palmera. Ya iba a lanzarse sobre el charco, cuando vio los ojos de su camello suplicantes y tiernos como los de un hombre pidiendo, el agua. Pensó entonces que debería tener piedad del animal desfallecido, pues él aún podía resistir, y dejó que bebiera aquellos pocos sorbos.

Cuál no sería su asombro cuando el camello cayó muerto a sus pies. El agua estaba corrompida. En el suelo notó el joven que brillaba el rubí y lo recogió, dando gracias al cielo por haber recompensado su generosidad con el camello.

Al alzar la vista, vio a lo lejos unas palmeras. Era el oasis de Náscara. Al llegar, encontró junto a una limpia fuente, al anciano de la cueva que le sonrió alegremente.

— Has llegado a tu destino puesto que has conservado las tres piedras preciosas. La fe, la esperanza y la caridad. ¡Ay de ti si hubieras perdido alguna, hubieras perecido sin remedio!

El anciano después de darle agua fresca y dátiles, se despidió del joven diciéndole: — Guarda siempre durante tu vida, junto a tu corazón, el topacio, la esmeralda y el rubí. Así llegarás hasta el paraíso. Nunca los pierdas.
 
Autor Desconocido
Pertenece a Autor Desconocido
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miércoles, 7 de marzo de 2012

Dos Palabras

Esta noche al oído me has dicho dos palabras
Comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.

Tan dulces dos palabras
?Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!?
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.

Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos, mis dedos,
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.

Alfonsina Storni
Pertenece a Alfonsina Storni
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sábado, 3 de marzo de 2012

Arte Poética

Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
hacedla florecer en el poema.

Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.

Vicente Huidobro
Pertenece a Vicente Huidobro
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miércoles, 29 de febrero de 2012

Dos Ángeles

No tengo sólo un Ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el Ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas fijas.

Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.

Sólo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la Epifanía.

¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!

Gabriela Mistral
Pertenece a Gabriela Mistral
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lunes, 27 de febrero de 2012

Cazador de Estrellas

Cuenta una Historia de Amor
que encontré en un libro sin autor
que el joven criado de un Rey
de la Princesa se enamoró,
pero él no tenía nada que ofrecer a esa mujer.
Sin un castillo no la podía tener.
No podía ser ese su fin.
Frente a cada atardecer
el joven pensaba cómo hacer
para un castillo tener
y a la Princesa poder querer
hasta que al fin el muchacho decidió,
con mucho honor,
cazar estrellas para su gran amor.
Era mejor para los dos.
Y envidia la Luna al joven soñador,
que pretende estrellas cazar.
Como quién sigue un sueño lo quería intentar.
Por probar no perdía nada más.
En un libro halló un conjuro que
podía hacer a las estrellas llover
y lo conjuró. Frente al cielo vió
cómo la primera de ellas cayó.
Y llovieron estrellas que al horizonte van.
Con un saco el muchacho marchó
para así construir un Castillo a su amor
con la luz más bonita que encontró.
Cuentan que en cada ocasión
que llueven estrellas del cielo
es que el joven soñador
conjura el hechizo que aprendió.
Cuando amanece con suerte puedes ver
en el horizonte el Castillo a medio hacer.

"Stop Motion"
Pertenece a Stop Motion
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martes, 21 de febrero de 2012

Escrito con Tinta Verde

La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.

Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.

Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

Octavio Paz
Pertenece a Octavio Paz
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miércoles, 15 de febrero de 2012

Otoño

En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.

Octavio Paz
Pertenece a Octavio Paz
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sábado, 11 de febrero de 2012

El Arco Iris y el Camaleón

Comienza así nuestra historia:

Un camaleón orgulloso, que se burlaba de los demás por no cambiar de color como él. Pasaba el día diciendo: ¡Que bello soy!.

¡No hay ningún animal que vista tan señorial!.

Todos admiraban sus colores, pero no su mal humor y su vanidad.

Un día, paseaba por el campo, cuando de repente, comenzó a llover.

La lluvia, dio paso al sol y éste a su vez al arco iris.

El camaleón alzó la vista y se quedó sorprendido al verlo, pero envidioso dijo: ¡No es tan bello como yo!.

¿No sabes admirar la belleza del arco iris?: Dijo un pequeño pajarillo que estaba en la rama de un árbol cercano.

Si no sabes valorarlo, continuó, es difícil que conozcas las verdades que te enseña la naturaleza.

¡Si quieres, yo puedo ayudarte a conocer algunas!.

¡Está bien!: dijo el camaleón.

Los colores del arco iris te enseñan a vivir, te muestran los sentimientos.

El camaleón le contestó: ¡Mis colores sirven para camuflarme del peligro, no necesito sentimientos para sobrevivir!.

El pajarillo le dijo: ¡Si no tratas de descubrirlos, nunca sabrás lo que puedes sentir a través de ellos!.

Además puedes compartirlos con los demás como hace el arco iris con su belleza.

El pajarillo y el camaleón se tumbaron en el prado.

Los colores del arco iris se posaron sobre los dos, haciéndoles cosquillas en sus cuerpecitos.

El primero en acercarse fue el color rojo, subió por sus pies y de repente estaban rodeados de manzanos, de rosas rojas y anocheceres.

El color rojo desapareció y en su lugar llegó el amarillo revoloteando por encima de sus cabezas.

Estaban sonrientes, alegres, bailaban y olían el aroma de los claveles y las orquideas.

El amarillo dio paso al verde que se metió dentro de sus pensamientos.

El camaleón empezó a pensar en su futuro, sus ilusiones, sus sueños y recordaba los amigos perdidos.

Al verde siguió el azul oscuro, el camaleón sintió dentro la profundidad del mar, peces, delfines y corales le rodeaban.

Daban vueltas y vueltas y los pececillos jugaban con ellos.

Salieron a la superficie y contemplaron las estrellas. Había un baile en el cielo y las estrellas se habían puesto sus mejores galas.

El camaleón estaba entusiasmado.

La fiesta terminó y apareció el color azul claro. Comenzaron a sentir una agradable sensación de paz y bienestar.

Flotaban entre nubes y miraban el cielo.

Una nube dejó caer sus gotas de lluvia y se mojaron, pero estaban contentos de sentir el frescor del agua.

Se miraron a los ojos y sonrieron.

El color naranja se había colocado justo delante de ellos.

Por primera vez, el camaleón sentía que compartía algo y comprendió la amistad que le ofrecía el pajarillo.

Todo se iluminó de color naranja.

Aparecieron árboles frutales y una gran alfombra de flores.

Cuando estaban más relajados, apareció el color añil, y de los ojos del camaleón cayeron unas lagrimitas. Estaba arrepentido de haber sido tan orgulloso y de no valorar aquello que era realmente hermoso.

Pidió perdón al pajarillo y a los demás animales y desde aquel día se volvió mas humilde.
 
Autor Desconocido
Pertenece a Autor Desconocido
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martes, 7 de febrero de 2012

Frente al Mar

1

¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda.
Su movimiento es su forma.

2

Las olas se retiran
ancas, espaldas, nucas?
pero vuelven las olas
pechos, bocas, espumas?.

3

Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.
Muere de sed de aire.

Octavio Paz
Pertenece a Octavio Paz
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lunes, 6 de febrero de 2012

La Niña del Parque

Había una vez una niñita sentada en un parque, todos pasaban por ahí y nadie se detenía para saber que le ocurría. Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña estaba sentada mirando a todo el mundo pasar.

Ella nunca trato de hablar no dijo una palabra. Muchas personas pasaron junto a ella, pero nadie se detuvo. Al día siguiente, yo decidí volver al parque a ver si la niña todavía estaba ahí en el mismo lugar en el que estaba ayer....Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Me dirigí hacia ella; al acercarme note que en su espalda había una joroba. Ella me miro con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije; ''Hola''. La pequeña me miro sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo. Hablamos hasta que los últimos rayos del sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos nosotros dos y la oscuridad alrededor, le pregunte porque estaba tan triste. La pequeña me miro y con lagrimas en sus ojos me dijo; ''Porque soy diferente''. Yo respondí con una sonrisa: ''Lo eres''. Y ella dijo aun más triste: ''Lo sé''. Yo le dije: ''Pequeña, ser diferente no es malo. Tú me recuerdas a un ángel, dulce e inocente''. Ella me miro, sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría. Despacio ella se levanto y dijo: ''Es cierto lo que acabas de decir?'' ''Si'', respondí, "Eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que pasan por aquí'' .Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió. Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de allí. Ella me miro sonriente y dijo; ''yo soy tu ángel guardián''. No sabía que decir. Ella me dijo; "Por primera pensaste en alguien más. Mi misión está cumplida.'' Yo me levante y le pregunte porque nadie la había ayudado. Ella me miro y sonriendo dijo: ''Tú eras la única persona que podía verme.'' Y ante mis ojos desapareció.

Después de ese encuentro mi vida cambio drásticamente. Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu ángel guardián esta siempre pendiente de ti.
 
Autor Desconocido
Pertenece a Autor Desconocido
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jueves, 2 de febrero de 2012

Oda a los trenes del Sur

Trenes del Sur, pequeños
entre
los volcanes,
deslizando
vagones
sobre
rieles
mojados
por la lluvia vitalicia,
entre montañas
crespas
y pesadumbre
de palos quemados.

Oh
frontera
de bosques goteantes,
de anchos helechos, de agua,
de coronas.
Oh territorio
fresco
recién salido del lago,
del río,
del mar o de la lluvia
con el pelo mojado,
con la cintura llena
de lianas portentosas,
y entonces
en el medio
de las vegetaciones,
en la raya
de la multiplicada cabellera,
un penacho perdido,
el plumero
de una locomotora fugitiva
con un tren arrastrando
cosas vagas
en la solemnidad aplastadora
de la naturaleza,
lanzando
un grito
de ansia,
de humo,
como un escalofrío
en el paisaje!

Así
desde sus olas
los trigales
con el tren pasajero
conversan como
si fuera
sombra, cascada o ave
de aquellas latitudes,
y el tren
su chisperío
de carbón abrasado
reparte
con oscura
malignidad
de diablo
y sigue,
sigue,
sigue,
trepa el alto viaducto
del río Malleco
como subiendo
por una guitarra
y canta
en las alturas
del equilibrio azul
de la ferretería,
silba el vibrante tren
del fin del mundo
como
si
se despidiera
y se fuera a caer donde
termina
el espacio terrestre,
se fuera a despeñar entre las islas
finales del océano.

Yo voy contigo,
tren, trepidante
tren
de la frontera:
voy a Renaico,
espérame,
tengo que comprar lana en Collipulli,
espérame, que tengo
que descender en Quepe,
en Loncoche, en Osorno,
buscar piñones, telas
recién tejidas, con olor
a oveja y lluvia...
Corre,
tren, oruga, susurro,
animalito longitudinal,
entre las hojas
frías
y la tierra fragante,
corre
con
taciturnos
hombres de negra manta,
con monturas,
con silenciosos sacos
de papas de las islas,
con la madera
del alerce rojo,
del oloroso coigue,
del roble sempiterno.

Oh tren
explorador
de soledades,
cuando vuelves
al hangar de Santiago,
a las colmenas
del hombre y su cruzado poderío,
duermes tal vez
por una noche triste
un sueño sin perfume,
sin nieves, sin raíces,
sin islas que te esperan en la lluvia.
inmóvil
entre anónimos
vagones.

Pero
yo, entre un océano
de trenes,
en el cielo
de las locomotoras,
te reconocería
por
cierto aire
de lejos, por tus ruedas
mojadas allá lejos,
y por tu traspasado
corazón que conoce
la indecible, salvaje,
lluviosa,
azul fragancia!

Pablo Neruda
Pertenece a Pablo Neruda
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miércoles, 25 de enero de 2012

Los Hombres son de Marte y las Mujeres de Venus

Un día, hace mucho tiempo, los marcianos, mirando a través de sus telescopios, descubrieron a las venusinas. El solo hecho de echarles un rápido vistazo a las venusinas les despertó sentimientos que no habían tenido nunca. Se enamoraron e inventaron rápidamente los viajes espaciales para volar hacia Venus.

Las venusinas recibieron a los marcianos con los brazos abiertos. Habían sabido en forma intuitiva que ese día llegaría alguna vez. Sus corazones se abrieron de par en par para un amor que nunca antes habían sentido.

El amor entre venusinas y marcianos fue mágico. Se maravillaron estando juntos, haciendo cosas juntos y comunicándose entre sí. Aunque eran de mundos diferentes, se deleitaron en sus diferencias. Pasaron meses aprendiendo uno acerca del otro, explorando y valorando sus diferentes necesidades, preferencias y pautas de comportamiento. Durante años vivieron juntos, enamorados y en armonía.

Luego decidieron volar hacia la Tierra. Al principio todo era maravilloso y hermoso. Pero se impusieron los efectos de la atmósfera terrestre y una mañana todos se despertaron con un tipo peculiar de amnesia: la amnesia selectiva.

Tanto los marcianos como las venusinas olvidaron que eran de planetas diferentes y que se suponía que eran diferentes. En una mañana todo lo que habían aprendido acerca de sus diferencias fue borrado de sus memorias...

John Gray
Pertenece a John Gray
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sábado, 21 de enero de 2012

Hombres Grises (Momo)

Nadie sabía apreciar tan bien el valor de una hora, de un minuto, de un segundo de vida, incluso, como ellos.

Habían hecho un plan con el tiempo de los hombres. Eran planes trazados muy cuidadosamente y con gran previsión. Lo más importante era que nadie prestara atención a sus actividades. Se habían incrustado en la vida de la gran ciudad y de sus habitantes sin llamar la atención.

"Tenemos que permanecer desconocidos, nadie ha de saber que existimos y que estamos haciendo... Nosotros nos ocupamos de que nadie pueda retenernos en la memoria... Sólo mientras nos mantengamos desconocidos podremos hacer nuestro negocio... Un negocio difícil, sangrarles el tiempo a los hombres hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo... Porque todo el tiempo que ahorran lo pierden... nosotros nos lo quedamos... lo almacenamos... lo necesitamos... lo ansiamos... ¡Ah, no sabes lo que significa su tiempo!... Pero nosotros lo sabemos y lo chupamos hasta la piel... Y necesitamos más... cada vez más... porque nosotros también somos más... cada vez más... cada vez más".

Michael Ende
Pertenece a Michael Ende
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miércoles, 18 de enero de 2012

El Maestro Hora (Momo)

Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esa cosa es el tiempo. Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otras, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos durante esa hora. Porque el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón

:::::::

Tres hermanos viven en una casa: son de veras diferentes, si quieres distinguirlos los tres se parecen. El primero no está: ha de venir. El segundo no está: ya se fue. Sólo está el tercero, menor de todos; sin él, no existirían los otros. Aún así, el tercero sólo existe porque en el segundo se convierte el primero. Si quieres mirarlo no ves más que otro de sus hermanos. Dime pues ¿los tres son uno? ¿O sólo dos?, ¿O ninguno? Si sabes cómo se llaman reconocerás tres soberanos. Juntos reinan en un país que ellos son. En eso son iguales.

Michael Ende
Pertenece a Michael Ende
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sábado, 14 de enero de 2012

El Valor del Tiempo (Momo)

Y señaló:

"Un minuto tiene 60seg. Una hora 3.600seg. Un día 86.400seg. Un año 31.536.000seg. Diez años 315.360.000seg. Setenta años 2.207.520.000seg: Una fortuna!!! que se despilfarra irresponsablemente. En cambio si ahorra tiempo puede vivir de verdad. Para ahorrar tiempo se trata simplemente de trabajar más de prisa y dejar de lado todo lo inútil. En lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente. Evite las charlas innecesarias. Reduzca el tiempo que pasa con su familia. Deje el cuarto de hora de reflexión, no pierda tiempo en cantar, leer o con amigos. De su tiempo no se preocupe nosotros nos ocupamos y puede estar seguro que no perderá nada del tiempo que ahorre y bienvenido a la comunidad de los ahorradores de tiempo."

Y entonces llegó el primer cliente del día, y él le atendió refunfuñando, dejó de lado todo lo superfluo, se estuvo callado y, efectivamente, en lugar de media hora acabó en 20 minutos. Lo mismo hizo desde entonces con todos los clientes. Su trabajo, hecho de esta manera, no le gustaba nada, pero eso ya no importaba. Su lema era: "El tiempo ahorrado vale el doble".

Había caído sobre él una especie de obsesión ciega, y si alguna vez se daba cuenta de que sus días se volvían más y más cortos, ahorraba con mayor obsesión.

Y cada día eran más los que se dedicaban a lo que ellos llamaban "ahorrar tiempo" para tener la libertad de "vivir de verdad".

Es cierto que los ahorradores de tiempo iban mejor vestidos, ganaban más dinero y podían gastar más, pero tenían caras desagradables, cansadas o amargadas y ojos antipáticos. Conseguían a toda prisa diversión y relajación.

El que a uno le gustara su trabajo y lo hiciera con amor no importaba. Lo único importante era que se hicera el máximo trabajo en el mínimo de tiempo.

Incluso la propia ciudad había cambiado más y más su aspecto. Los viejos barrios se derribaban y se construían casas nuevas en las que se dejaba de lado todo lo superfluo. Resultaba más barato y, sobre todo, ahorraba tiempo construirlas todas iguales, con calles iguales. Y estas calles monótonas crecían y crecían y se extendían hasta el horizonte: Un desierto de monotonía. Al igual que la vida de los hombres que vivían en ellas.

Nadie se daba cuenta de que ahorrar tiempo, su vida se volvía cada vez más pobre, más monotona y más fría.

Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo, sus padres ya no les leían cuentos antes de dormir, no paseaban ni jugaban con ellos. A cambio los niños empezaron a tener toda clase de juguetes con los que no se podía jugar de verdad. Por ejemplo: un tanque de mando a distancia que se podía hacer dar vuelta, pero que no servía para nada más. O un cohete espacial que daba vueltas alrededor de una torre, pero con el que no se podía hacer nada más. O un pequeño robot, que se paseaba con los ojos encendidos y giraba la cabeza a un lado y a otro, pero que no se podía aprovechar para nada más.

Por eso acababan volviendo a sus viejos juegos para los que les bastaba un par de cajas, un mantel roto y un puñado de guijarros. Entonces podían imaginárselo todo!

Michael Ende
Pertenece a Michael Ende
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miércoles, 11 de enero de 2012

Beppo Barrendero (Momo)

Algunos opinaban que le faltaba algún tornillo. Lo decían porque ante las preguntas se limitaba a sonreir amablemente y no contestaba. Pensaba. Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba. Pero cuando la creía necesaria, pensaba sobre ella. A veces tardaba dos horas en contestar, pero otras tardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado que había preguntado, por lo que la respuesta de Beppo le sorprendía.

Sólo Momo sabía esperar tanto y entendía lo que decía. Sabía que se tomaba su tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.

Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso-inspiración-barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía paso-inspiración-barrida.

Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás, se le ocurrían pensamientos que luego compartía con la pequeña:

"Las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla. Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer. Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez. Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente. Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta como ha sido, y no se está sin aliento. Eso es importante."

Michael Ende
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domingo, 8 de enero de 2012

Momo

Y sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.

Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, que era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.

Escuchaba a todos: a perros y gatos, a grillos y ranas, incluso a la lluvia y al viento en los árboles. Y todos le hablaban en su propia lengua.

Algunas noches, cuando ya se habían ido a sus casas todos sus amigos, se quedaba sola en el gran círculo de piedra del viejo teatro sobre el que se alzaba la gran cúpula estrellada del cielo y escuchaba el enorme silencio.

Entonces le parecía que estaba en el centro de una gran oreja, que escuchaba el universo de estrellas. Y también oía una música callada, pero aún así muy impresionante, que le llegaba muy adentro, al alma.

En esas noches solía soñar cosas especialmente hermosas.

¡Así sabía escuchar Momo!

Y quien ahora siga creyendo que el escuchar no tiene nada de especial, que pruebe, a ver si sabe hacerlo tan bien.

Michael Ende

PS: Este libro es uno de mis favoritos lo releo de vez en cuando y de cuando en vez, porque debo admitir que necesito hojearlo pues me ayuda a mantener los oídos siempre listos, los ojos bien abiertos y a abrazar mi existencia, sin dejar la sencillez a un lado.
Pertenece a Michael Ende
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Nacida bajo el novilunio de Noviembre, en la noche más oscura del mes, hija de las estrellas y enamorada de la Cruz del Sur. Cuentan que aún juega frente al espejo entre cuentos, mitos y leyendas.
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